domingo, 27 de junio de 2010

Los pendientes de una bifurcación: Usos documentales de las artes visuales contemporáneas centroamericanas

San José, mayo 2010


Considerar la tendencia a documentar los procesos que subyacen en la producción de las artes visuales contemporáneas en Centroamérica, principalmente aquellas que en su desarrollo involucran la participación de personas o espacios “extra-artísticos”, me obliga a pensar en el rol que tiene la documentación en estas obras.

El motivo de esta reflexión no es fortuito, se basa en algunas apreciaciones personales. De un lado, pienso que se trata de un uso que ya de por si es particular, pues en las obras que me sirven de referencia, el registro documental deviene del proceso productivo mismo. Es decir, no constituye un material preexistente del que se hecha mano para nutrir la producción de una obra o a partir del cual se tematiza cierta situación o circunstancia; por el contrario, se trata de un material que surge a partir de la “necesidad” que impone la conceptualización de la obra, y por lo tanto, de una intencionalidad artística. Así, el ejercicio documental deviene como una acción dirigida, desprendida de los visos objetivistas que en otros ámbitos pretende ostentar, y esencialmente orientada a develar ciertos elementos que aspiran fortalecer la capacidad comunicativa de “la obra de arte”, la que -cabe subrayar-, generalmente es resuelta bajo la forma de un producto “X”, cuya validación, circulación y consumo operan dentro del campo artístico.

Estas consideraciones trazan ciertas coordenadas que permiten visualizar en estos usos documentales un modo de hacer particular; distante en todas sus aristas, de la aproximación que se hace desde otros ámbitos. Así, para robustecer la reflexión, podríamos aventurarnos a preguntar ¿qué diferencias existen entre la aproximación a lo documental que hace un historiador o un novelista, y la que hace un artista visual centroamericano hoy?

Me atrevería a señalar que a diferencia de estos “otros” ámbitos, los usos documentales de las artes visuales contemporáneas centroamericanas cobran sentido en la zona de bifurcación varias esferas que se vislumbran como disociadas: el contexto “extra-artístico” y el “artístico”; el proceso productivo que antecedente el “producto-obra” y el proceso de circulación-consumo que sucede al “producto-obra”; el mercado de valores que orbita en torno a lo procesual como capital simbólico del campo artístico, y el mercado de valores que articulan los bienes artísticos, etc. Así, los usos documentales en las artes visuales contemporáneas centroamericanas, actúan como una zona de confluencia de dos aspectos más importantes aún: lo ético y lo estético.

Esta conclusión a todas luces preliminar, hace de esta “tendencia documental” un terreno de problematización y de reflexión amplio y complejo, cuya consideración parece ser un pendiente en el tipo de obras señaladas. Las soluciones formales de estos trabajos así lo demuestran, pues en la mayor parte de ellas el agente documental se presenta como una especie de suplemento anexo al “producto-obra”, una especie de material en bruto –generalmente fotográfico-, que a diferencia del “producto-obra” es mínimamente manipulado estéticamente –como si fuera necesario resguardar su aura documentativa-, y cuya función reside en canalizar ciertos valores agregados que cobran sentido en el campo estrictamente artístico, y en los que la discusión ética y la exploración estética son marginales o simplemente inexistentes.

Esta desatención es de por sí bastante coherente con la zona de problematización que estoy destacando, pues su ausencia reorienta la discusión hacia otros derroteros que inevitablemente nos obligan a preguntar: ¿la singularidad de estos usos obedece a soluciones derivadas del proceso creativo, o responden más bien a demandas movilizadas por el campo artístico? La incorporación de registros documentales, ¿ha pasado por una revisión de las implicaciones que ya de por si tiene lo documental como parte de una política de representación? ¿qué implica asumir una labor documentadora desde una posición explícitamente instrumental? ¿le aporta este ejercicio a los procesos creativos inherentes a la producción artística, o simplemente son estrategias que lubrican la capacidad de circulación de las “obras-producto” dentro del campo artístico?

Estas y un sin número de preguntas más perfilan una agenda de discusión pendiente que lo mismo pueden concentrarse en “la singularidad” de este tipo de usos del material documental, o extrapolarse a las artes visuales contemporáneas centroamericanas en general.

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